Andrea Álvarez Leguizamón, poseedora de
una prosa que le brota a raudales y de una personalidad explosiva que desde la
vitalidad de sus 17 años demuestra un mesurado afán por tragarse el mundo,
contempla el futuro más como una realidad latente que como una promesa
incierta.
Álvarez estudió Técnico en
Recreación en el Centro Nacional de Hotelería, Turismo y Alimentos del SENA en
Bogotá mientras que cursaba sus dos últimos años de bachillerato en el Colegio
República de China. Esto lo hizo gracias al programa de articulación de la
educación media con la educación superior en la que estudiantes de colegio
pueden recibir formación SENA.
Ella cuenta su historia
“Hace poco tenía un evento
importante y estaba muy nerviosa porque me tocaba hacer malabares con pelotas y
no sabía; uno siente una adrenalina muy chévere, mejor que estar tragada. Sólo
sé hacer malabares con tres pelotas y era muy bonito porque tenía que enseñarle
una rutina a un grupo de niños; ese día, apenas terminé, me dieron ganas de
llorar porque me fue muy bien.
Me dicen el monstruo comegalletas. En
mi casa, cada vez que mis abuelos compran galletas tienen que esconderlas,
porque si se descuidan, a los cinco minutos ya no hay galletas en el tarro, no
hay galletas en la bolsa, no hay galletas en ningún lado, no me importa si son
de sal, de dulce, cuadradas, redondas, de chocolate, de vainilla.
La primera vez que pensé en la
posibilidad de ser grande creí que iba a ser busetera. Recuerdo que me
encantaban los buses y yo le decía a mi mami: ‘cuando sea grande voy a ser
busetera’, pero después les cogí náuseas, tanto así que cuando me monto en una
tengo que tomar Mareol para no vomitarme durante el viaje.
Mis abuelos son alcahuetas al punto de
ponerme profesor de música, profesor de actuación, me compraron guitarra,
batería y organeta. Hubo una época en que permanecía en la casa pero me cansaba
porque siempre era lo mismo: empezaba a tocar mis instrumentos y cuando me
aburría me pegaba al computador donde permanecía horas, y eso me parecía feo:
llega un momento en que se empieza a ser dependiente del computador, que es lo
que le pasa a la mayoría de personas en la actualidad.
A diferencia de todas esas herramientas
que tenía en la casa, en la recreación encuentro interacción con la gente, lo
cual me permite botar toda mi personalidad: recocho y la paso muy chévere; hago
cosas que siempre quise hacer de niña; por ejemplo, siendo pequeña nunca me
monté en un saltarín y ahora que soy recreadora me la paso en esas.
Descubro que me empiezo a encariñar con
mi trabajo porque la gente te molesta, te coge una confianza muy chévere, y
cuando uno comparte con niños es bonito que te digan: ‘yo me quiero parecer a
ella cuando sea grande’, y ya me lo han dicho muchas veces; uno se siente
orgulloso de esas cosas, y por eso uno como recreador tiene que estar muy bien
vestido porque mi imagen personal influye en los niños que me admiran.
Cuando estaba haciendo las prácticas
como recreadora en el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) había
una niña paisita que venía de Medellín para hacer la escuela recreativa; según
ella quería parecerse a mí, y como no tenía a su mamá me decía mamá; era muy
linda conmigo, y el día que me fui de ese parque porque acababa mis prácticas
se puso a llorar; eso fue muy bonito y me marcó mucho.
Yo me fijaba en mi hermana a los 15
años y me decía: ‘no, ella todavía es muy dependiente de la familia’; luego a
sus 16 años seguía viendo lo mismo. Entonces me dije: ‘cuando tenga su edad
quiero marcar historia, no quiero ser la típica niña mantenida por sus papás,
quiero comprar mis cosas’.
Encontré que la recreación es un
proyecto de vida cuando me empezó a ir bien, además que le tomé cariño a la
profesora del SENA porque hablaba mucho conmigo hasta que se convirtió en una
especie de consejera, fue la persona que me hizo descubrir que iba bien en mi
formación como recreadora.
Ahora recibo muy buena plata porque
trabajo para tres empresas. La primera es una de turismo con unos extranjeros
con quienes me desempeño como apoyo de guía turístico, y es muy chévere porque
como sé medio hablar inglés aprendo muchas cosas: ellos me enseñan palabras,
tengo conversaciones con personas de otros países y conozco historias. Hace
poco, en el Parque Jaime Duque, les conté a unos viajeros la historia de las
siete maravillas del mundo, y me sorprendí porque descubrí que voy aprendiendo
cosas.
La otra empresa se llama BE ONE donde
soy recreadora, y con ellos trabajo en colegios, en universidades, en
acompañamientos empresariales y con niños en piñatas. Por otro lado, y gracias
a que me fue muy bien en mis prácticas del técnico en recreación en el IDRD me
contrataron para trabajar con escuelas deportivas; allí cumplo funciones más
administrativas que de campo.
A la persona que más admiro en la vida
es a mi tío Jaime Álvarez por todo lo que él hace, porque todo lo que se
propone lo logra, todo lo que él quiere lo tiene; él quiso viajar a Inglaterra
a estudiar inglés y estuvo en Inglaterra estudiando inglés: él es para mi como
una inspiración, como un papá; desde chiquitica no me llevaba a parques sino a
museos, me enseñaba historia; mucho de lo que sé es gracias a él; siempre me
dijo que debía estudiar; me pregunta qué quiero estudiar, qué quiero ser, me
dice que me va a ayudar con la carrera cuando entre a la universidad.
Diría que mi mayor virtud es la
espontaneidad, y el que considero mi mayor defecto es que soy muy apegada a las
personas; digamos que yo conozco a alguien y a los tres días ya lo quiero. Por
ejemplo, comparto mucho con mis compañeros recreadores, uno con ellos nunca
puede estar serio porque así uno esté triste lo hacen reír.
Me defino como una persona
extrovertida, y para ser recreador es necesario tener una personalidad gigante.
Lo más importante para el recreador y que debe convertirse en su rasgo
principal es ganarse la gente, y que no le dé pena nada: si a uno lo molestan uno
ficha a esa persona para volverla parte del espectáculo, de tal manera que si
tú me haces algo yo te lo devuelvo pero molestando. En el escenario no existe
pena.
Nunca había pensado cómo sueño mi
empresa, pero quiero que sea bien grande, que tenga todos los mejores
recreadores; como dice mi jefe: puede que no sean expertos pero que le metan la
gana a lo que hacen.
Yo creo que el campo laboral para los
recreadores es promisorio, aunque hay que saber buscar trabajo: el consejo para
los chicos es que cuando hagan las prácticas se esfuercen al máximo, y eso fue
lo que le gustó a mi jefe. A él yo lo conocí en el IDRD siendo director de
parque; me ofreció trabajo porque dijo que yo soy una persona que da todo lo
que tiene. Si uno obra de esa manera en las prácticas, a uno lo buscan. Trabajo
hay mucho: las empresas contratan muchos recreadores para despedidas,
bienvenidas y cumpleaños.
Según esta adolescente de ojos vivaces
y de pelo negro tan abundante como sus respuestas ingeniosas, que tiene como
sus amores platónicos a Italia y su cultura, país al que se prometió conocer
muy pronto; y Colombia con su riqueza cultural y geográfica sumada a la calidez
de su gente, son una fuente inagotable de oportunidades para los profesionales
que como ella tienen por objetivo hacerle la vida feliz a seres humanos de
todos los orígenes, de todas las condiciones y de todas las edades.
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